sábado, 10 de abril de 2010

VI

Cuando vives en las calles y a expensas de la caridad de los demás aprendes muchas cosas, cosas que no te enseñan en ningun colegio. Aprendes que la gente es mala, que debes de ver por ti mismo, que no hay que confiar en nadie por sus palabras si no por sus actos y que la única forma de obtener algo, es peleando. Pero lo más importante con lo que debes de aprender a vivir es que el destino no existe, o por lo menos no en las calles. 

Lo que debes de repetirte todas las noches: hoy sobreviví, espero que mañana también...

¿No me crees? Yo tampoco lo creía, hasta que un día me encontré embelesado con la vida, durmiendo con la luna, inhalando sueños, exhalando fantasías, cegado por la belleza, viviendo la filosofía-de-mis-emociones, enamorado de esos ojos negros que destellan luz, luz neón, luz neón que alimenta mi esperanza. Y días después; mal comido (lo cuál no quiere decir que en algun momento haya estado bien alimentado), encarcelado como una bestia, aislado con estos psicópatas...
Y aunque realmente me desagradaba bastante la idea de estar ahí; tengo que aceptar que, después de 6 años 11 meses y 3 días terminaría aceptando este lugar como mi hogar y a esos sucios bastardos, como mis hermanos.

Quizá pueda decir que fui contagiado o que fui victima de una violenta domesticación. O quizá sea que ahí la gente se rige por sus propias emociones, por sus intintos, no hay máscaras, no hay mentiras.

Existían 3 reglas básicas en ese sucio calabozo. Había más cosas que NO podías hacer de las que se te permitían; pero si podías con estas tres, todo te resultaria un poco más fácil:

1. El coraje te trajo aquí; es lo único que te queda, así que defiéndelo.

2.Busca a alguien por quien esto valga la pena, si lo encuentras el final será más feliz.


Y por ultimo:

3. Jamás traiciones.

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