sábado, 20 de marzo de 2010

V

No tengo nada más que decir sobre ese día; la tormenta paró, una despejada noche nos arropó con su manto, nuestros corazones se fundieron en uno solo, sus caricias tatuaron mi piel de por vida, sus ojos me atraparon y su risa hizo de las suyas (léase III).

Unas horas después; el prometido impuesto por sus padres encontró nuestro escondite...
Rompió 17 de mis huesos, despostilló 2 de mis muelas, tiñó sus botas con mi sangre y me dejó una peculiar marca en mi espalda con un acero al rojo vivo; que según él, serviría para que jamás volviera a atreverme a siquiera mencionar el nombre de su futura esposa; el cual, irónicamente era lo único que tenia en la mente. Los siguientes 4 días y medio los pase en una sucia y mohosa habitación repitiendo el castigo asignado a mi supuesta falla a mano de sus hombres. En esas 108 horas logré robar del piso poco menos de media hogaza de pan y un sorbo de vino de frutas amargo. Pero aquellos 3 hombres que me doblaban el peso, de calva insipiente y ladrillos por puños se ofrecieron a ayudarme a lidiar con el hambre justo como su patrón les había puntualizado: "provoquen en él tanto dolor como les sea posible; hasta que le sea imposible a su cuerpo digerir". Resuelto el problema del hambre; yo, más bien, era una distracción para los empleados. Después de esos dias fui tirado en el primer muelle en el que paramos, acusado de vandalismo y piratería, además de otros ilícitos leves como haber robado al chef; entre otros (también ciertos), y encarcelado inmediatamente sin la capacidad de defenderme.

Después me enteraría que mi nuevo peor enemigo era hijo del Gobernador y Secretario de Justicia en la ciudad y que inconscientemente yo había sido el primer "marcado" nombre que les darían de ahí en adelante a todo criminal marcado con el distintivo acero que llevaba en mi espalda.

Ahí empezaría una de las etapas más largas de mi vida. Encarcelado. Sediento de venganza en contra de mi agresor. Desesperado. Buscando una manera de volverla a ver.

1 comentario:

  1. ARRRRGH! hace falta el ron señor! y a pesar de haber recorrido la infinidad del mar por ella, la niebla me impide ver lo que siempre tuve enfrente... la vida.

    (ebrio sin sentido, disculpe mis comentarios)

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