sábado, 13 de marzo de 2010

III

Su nombre era Ailie (que se pronuncia Á(i)-lie).
Resulta muy difícil describirla; incluso compararla.
Hermosa; hermosísima... sólo eso puedo decir.
Su cabello, negro como noche de luna nueva, sus labios; parecían haber sido teñidos con sangre...
Su piel aperlada y con ese eterno perfume a flores, una sonrisa fascinante; inocente, cautivadora y esos ojos que igualan el resplandor de la estrella más grande que encuentres al ver el cielo en una noche despejada.
Tenía una risa muy poderosa; te incitaba, te poseía, te engañaba y cuando menos lo esperabas, te dejaba caer de lo más alto hasta lo más profundo en un mundo de fantasías. Si nunca has estado realmente enamorado dudo que sepas a lo que me refiero.
Instintiva, con un corazón de seda rodeado por una gruesa capa de hierro, fuerte como una tormenta. Pero lo más importante... mía, mía y solo mía. Lo supe desde que te vi...
Nunca necesite de nada más. ¿Las dos palabras que la podrían describir mejor? 
Te Amo.

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