lunes, 18 de octubre de 2010




IX


Esa noche me correspondía la guarida de madrugada, escuche varios ruidos que se repetían y se intensificaban a cada momento, podía identificar una canción, una canción hermosa, la melodía más dulce del planeta, la melodía que me enseñaste aquella noche en el barco pero, ¿quién cantaría en medio del bosque a altas horas de la madrugada? Tras un par de minutos de preguntas y respuestas me decidí ir por ir a investigar, desenfunde un improvisado pero letal puñal y me dirigí a los arbustos de donde provenía el sonido; me agazape y desplace silenciosamente, cuando mire a través de ellos te vi, eras tú, mi corazón comenzó a palpitar rápidamente, una gota de sudor helado rodo por mi frente, pasando por en medio de mis ojos y culminando en mis labios, sabia a gloria. Erre en mis movimientos terminando con uno de más que llamaría tu atención,  tu mirada cruzó con la mía, eras tú, no había duda alguna, yo podría reconocer esos ojos de entre un millar. Corrí para abrazarte, me evitaste y escapaste a toda velocidad, intente alcanzarte, pasabas entre los arboles sin voltear haciendo caso omiso a mis gritos y suplicas, jamás te alcance llore con tanta fuerza como mis ojos lo permitieron exigiendo una explicación a tu rechazo.



- ¿En verdad quieres saber el por qué?- se escucho a lo lejos –ven y con mucho gusto te lo explicaré…-

Me incorpore tan rápido como pude y te volví a ver, a escasos 3 metros; apenas me disponía a dar el primer paso cuando…

Bah, ese sueño otra vez…
Era la sexta vez que sucedía y el comportamiento que adoptaba los 2 minutos antes de despertar iba incrementándose haciendo que mis compañeros comenzaran a preocuparse por el estado de mi salud mental. Faltaban dos días para que arribara la primavera,  las montañas comenzaran a deshelar y con eso nuestro escondite perecería y yo, cada vez parecía más débil e incapaz de valerme por mi mismo lo cual representaba una severa complicación para mí y mis allegados; puesto que, si bien, éramos mas que una familia yo no sabía hasta que punto serían capaces de sacrificar sus objetivos por ayudarme y no dejarme caer en la demencia. Pero yo era testarudo y les debía demasiado como para obligarlos a seguirme así que opte por escapar un día antes de la fecha señalada. Sí, me fui sin decir adiós, sin dar una explicación, ni carta, ni disculpas, ni las gracias siquiera… prefería eso a verme forzado a destrozarme el alma diciendo adiós o viéndolos forzados a abandonar sus ideales adoptándome como un invalido.

¿Regresar?
-No puedo- dijo mi corazón.
-No quiero- dijo mi razón.

Era hora de ir por lo que hasta éste momento me mantenía con ganas de seguir; pero a la vez, lo que más me orillaba al colapso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario